¿Cómo empezó?
Una imagen, sólo una instantánea, a veces dice más que mil palabras. Una mirada casual a una niña en las calles de Yangon en 2017 puso a Jeroen en un camino que finalmente resultó en la misión y visión de YLX. La niña, de sólo 7 años (no mucho mayor que el hijo de Jeroen en ese momento), estaba sentada sobre un montón de desechos plásticos en la zona industrial de la ciudad. Jeroen había venido a Yangon para iniciar su segunda fábrica y establecer un negocio realista con precios competitivos. Pero esta imagen desgarradora le dejó claro, de una manera que no hay palabras que puedan describir, el verdadero costo de la fabricación en el mundo y el costo que está cobrando al planeta y a su gente. La imagen fue el catalizador que cambió su forma de pensar y marcó su rumbo para priorizar a las personas y al planeta, no a las ganancias.
Joris no necesitaba esa imagen para determinar su rumbo. Al crecer en la campiña francesa, siempre fue un amante de la naturaleza. Viajó por el mundo para ver sus maravillas y desde hacía tiempo era consciente de los problemas que rodean la producción y el desperdicio. Siempre se ha sentido indignado por toda la basura que nos rodea. Cuando Jeroen y Joris se conocieron, rápidamente acordaron la visión y fundaron YLX como un esfuerzo para abordar las crisis globales que enfrentamos. Con amor y respeto por la naturaleza, por esa pequeña niña de Yangon y por todas las demás personas del mundo que viven en las mismas condiciones que ellos, se propusieron crear un negocio verdaderamente ético y sostenible.